top of page
Featured Posts
Recent Posts
Follow Me
  • Facebook Long Shadow
  • Google+ Long Shadow
  • Twitter Long Shadow
  • LinkedIn Long Shadow
Search By Tags
No hay tags aún.

El camaleón y el filósofo: Deseo, bien y metafísica. Reflexiones sobre el texto.

Mg. Yllan Mario Pumarica Rubina

I. INTRODUCCIÓN


En el artículo desarrollado por el autor Oscar L. Gonzales-Castán; se realiza un análisis del concepto del “deseo” bajo la perspectiva de Jacques Lacan, quien – en términos generales – sostiene que la existencia de este elemento no corresponde a un estado psicológico o conducta humana ajena a su naturaleza; contrario a ello, la identifica como parte de su ser; como una característica adherida a su naturaleza misma, por ende, concluye que el sujeto en sí mismo constituye deseo. Ahora bien, orientado a una mejor compresión de su análisis; el autor también incorpora en su trabajo un contraste filosófico con los pensamientos de Tomas de Aquino, quien si bien presentaría algunas similitudes y diferencias con el margen ideológico del primero autor; en cualquiera de los casos; permitirá un entendimiento más profundo de la naturaleza del deseo en la vida de toda persona.


II. DESARROLLO


Dicho ello, se advierte que en el trabajo materia de análisis, los referentes filosóficos no se limitan a intentar simplemente conceptualizar o definir un aspecto tan constante para la vida humana como lo es el deseo; contrario a ello, su estudio está orientado a desentrañar la esencia misma de este elemento, su naturaleza, su origen, su vinculación con la persona humana, la manera en que influye en el accionar cotidiano, las eventuales consecuencias que generan en la psicología de la persona, en su estado anímico e incluso en la formación de sus más nobles y oscuros pensamientos; lo que en palabras del autor Lacan se denomina “La reversión perpetua del deseo”.


Así pues, se advierte que el referido filósofo, va más allá de cualquier intento de conceptualizar, y nos entrega su certeza de que aquello que concebimos como deseo y que se suele considerar como un ente externo a la persona humana, en realidad es una de las más grandes manifestaciones de su esencia misma, pues el sujeto es una especie de deseo constante; tan es así, que ha llegado a fungir en una efímera percepción de lo “bueno”; cuando en realidad, no sería más que una condición cognitiva que delimita los estándares de satisfacción y felicidad al cumplimiento de aquello que es percibido como “deseo” por el sujeto pasivo. En este orden, Lacan realiza una crítica a la dependencia generada por la persona hacia la necesidad de que otro sujeto esté dispuesto a satisfacer sus necesidades y que lo haga de una forma específica; lo que, en palabras del autor, muchas veces es confundida como la necesidad de recibir “amor”, sin embargo, no se trataría de otra cosa que no sea una ilusión, presuntamente menoscaba por el psicoanálisis de Lacan.


Por otro lado, respecto a Tomas de Aquino, refiere que la mencionada percepción de “conductas buenas”, están íntimamente vinculadas a los fines de nuestro accionar, en efecto, el referido autor expone una postura que puede ser válidamente cuestionada, esto es, que la calidad de bueno o malo de un comportamiento, está relacionada al fin que persigue su ejecución, sin embargo, esta expresión debe atenderse con especial cuidado, a fin de no distorsionar el mensaje del filósofo; en consideración de que la idea de “el fin justifica los medios” es una acepción no necesariamente mayoritaria por razones bastamente conocidas.


Sin perjuicio de lo expuesto, si es necesario destacar que un punto central sobre el cual coinciden ambos autores es que la felicidad se encuentra íntimamente vinculada al descanso o la satisfacción de sus fines; contrario sensu, la infelicidad también se encuentra relacionada a la ausencia de descanso o incumplimiento de sus fines (deseos); por lo que, de algún modo, ambos autores reconocen la vulnerabilidad en la que incurre un ser humano que otorga el poder de su felicidad a la expectativa de conductas de terceras personas; asignándoles – indebidamente – el poder y privilegio de decidir si quieren cumplirlo o no; asimismo, sin enfáticos en señalar que no hay ningún objeto en el que se pueda encontrar un descanso perpetuo; pues ello, pues si hay algo constante en el ser humano es que el mismo constituye deseo en sí mismo, por ende, no es probable que se limite al cumplimiento de una sola satisfacción traducida en la existencia de un objeto determinado, ello es incompatible a su naturaleza misma.


III. CONCLUSIÓN


Por lo expuesto, es válido concluir que el deseo constituye esencia y naturaleza misma del ser humano; no puede ser considerado como un elemento ajeno a la persona, está adherida a sus más profundas cualidades; tan es así, que se mantiene vigente durante toda su existencia; pues todo el tiempo existen deseos o fines que buscan ser satisfechos por todos los medios posibles, sin embargo, el problema suscita cuando en esta vocación inevitable de cumplir vuestras pretensiones en el transcurso de la vida, nos volvemos vulnerables, otorgando el poder de nuestra felicidad a la decisión de otro sujeto u objeto; cuando aquello que naturalmente está orientado a generar felicidad en la persona humana, también se torna un generador natural de tristeza, rencor o cualquier sentimiento adverso, pues en definitiva, lo que ha quedado claro es que la persona es deseo en sí misma, y a su vez, el deseo puede ser tanto la felicidad como la más grande de las decepciones; en cualquiera de los casos, siempre adherido a la naturaleza humana como un ente en búsqueda de satisfacer sus pretensiones de forma perpetua.




bottom of page